EL NIÑO QUE PERDIÓ SU NOMBRE

Ángela tiene 8 años, es la mayor de dos hermanas y está cursando  tercero de primaria en el colegio de su barrio. Cuando va por la calle con sus padres y hermana y saludan a algún conocido de sus padres, ella se esconde detrás de su madre y si se dirigen a ella se esconde todavía más, cuando le preguntan cómo se llama jamás responde. Esta circunstancia se repite allá donde va, en la consultad el dentista, en una tienda o cuando suben a un ascensor. Tantas veces ha sucedido esta circunstancia que Ángela ha terminado perdiendo su nombre.

Ángela es una niña que se esfuerza en su trabajo, es muy sensible y se preocupa por los demás; sin embargo, este curso no ha empezado muy bien con sus notas. Su maestro, preocupado por su rendimiento y actitud ha citado a sus padres y les ha explicado lo que le pasa en clase a su hija. Él sabe que estudia pero la falta de confianza en ella misma le está pasando factura. En clase nunca participa cuando el profesor pregunta, tampoco se presenta voluntario para leer o corregir los deberes aunque los tenga hechos y se niega a salir a la pizarra a hacer algún ejercicio cuando su maestro se lo pide. Esta actitud está influyéndole en sus notas y también en sus compañeros ya que en los trabajos en grupo no muestra iniciativa.

Algunos niños como Ángela presentan serios problemas de timidez, son niños extremadamente reservados  y esta actitud les interfiere en su vida cotidiana de forma significativa. Se ven afectadas diferentes áreas como son la académica, la social y la personal. La psicología infantil ayuda a estos niños y les enseña habilidades sociales que les permitan hacer y mantener amigos así como afrontar las situaciones académicas que tanto temen.

 

 

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