¿Cómo afrontar la pérdida de un ser querido con los más pequeños?
En nuestra vida cotidiana, es natural vivir la pérdida de algún ser cercano. Cuando esta pérdida se produce en un hogar donde hay niños pequeños, los adultos nos encontramos con muchas dudas acerca de cómo gestionar este tipo de situaciones. ¿Debo decirle la verdad? ¿Debo edulcorar la muerte para que no le impacte emocionalmente? ¿Es mejor que no asista al funeral?
Frecuentes son las situaciones en las que los niños con su natural curiosidad acerca de la muerte, nos hacen preguntas, momentos vividos con mucha incomodidad por parte de los adultos, quienes respondemos con evasivas e intentamos cambiar de tema o incluso les damos explicaciones del estilo: “se ha ido a un viaje muy largo”, “se ha dormido y no ha despertado” o “está arriba en el cielo”. Todas estas cuestiones surgen de nuestra buena intención de querer proteger a los más peques de la casa y evitarles sufrimiento y dolor. Pero nada más lejos de esto, quizás estemos facilitando que se produzcan en el niño emociones como la ira, la frustración o el miedo, añadidas a un estado de confusión que puedan dificultarle la comprensión del concepto “muerte”.
¿Qué debemos tener en cuenta a la hora de gestionar estos momentos?
- El niño debe entender que la muerte es irreversible, que la persona fallecida no tiene opción de volver, y que ya no puede oírnos, ni vernos, ni siente ni padece. Esto facilitará su comprensión y evitará que se genere falsas expectativas de su retorno, así como ideas del estilo “nos observa desde arriba”, “no se ha llevado su revista favorita”…
- Cuando fallece alguien cercano al niño, es fácil que se pregunte si esto también le pasará al resto de cuidadores o incluso puede que se preocupe acerca de su propia muerte. Le podemos explicar que cuando nosotros fallezcamos él será mayor y podrá cuidar de sí mismo, de esta manera no le generaremos ansiedad ante la posibilidad de quedarse desprotegido. Que él también morirá algún día, dentro de muchos años. (Aún sabiendo que nadie estamos libres de una muerte temprana, debemos lanzarles el mensaje de qué es lo más probable).
- Tenemos que dejarle claro que siempre que se produce una muerte, hay una causa física. De esta forma, no elaborará sus propias conjeturas del tipo “ha muerto porque me porté mal”. Los niños necesitan información clara y concreta, y si no se la ofrecemos recurrirán a su pensamiento mágico propio de la edad.
- Es importante hacerle partícipe de los ritos funerarios, siempre y cuando le anticipemos lo que va a ver y las características de la situación. Es una oportunidad de despedirse del fallecido y no debemos negársela. La idea de que asistir al funeral va a traumatizarlo es errónea, siempre y cuando lo protejamos de posibles situaciones donde aparezcan emociones desbordadas o comentarios desafortunados.
- Evitar lanzar mensajes del estilo “ahora debes ser fuerte”, “desde donde está no debe verte triste”. Debemos proporcionarle un espacio para expresar sus emociones, tiene derecho a sentir emociones negativas y si nosotros somos los primeros en no reprimirlas, el niño tampoco lo hará. Los adultos solemos tener el apoyo de otros adultos ante situaciones de duelo, pero los niños dependen directamente de nosotros para ello.
- Es muy importante mantenerle en sus rutinas, que perciba estabilidad en su día a día. Los niños, a diferencia de los adultos, no ven afectadas todas las áreas de su vida ante la muerte de un ser querido, solo se verán afectadas unas pocas, por tanto, si llevan un ritmo de vida parecido al de antes, se adaptarán mejor a la pérdida. Es lógico que pregunten ¿Quién me llevará al colegio ahora? ¿quién me hará la comida? Debemos lanzarles el mensaje de que va a seguir estando cuidado, protegido y seguro.
- Si tenemos creencias religiosas, es importante tener en cuenta que lo primero es que entienda la muerte física y siempre que comprenda esto, podremos explicar el significado de la muerte desde la religión. Pues no es extraño el caso de niños que todavía siguen buscando entre las nubes del cielo a su familiar fallecido, consecuencia de la confusión que se les ha generado.
Por último, los niños captan las situaciones mejor de lo que pensamos. Cuando se da una pérdida perciben que algo ha cambiado, y si les negamos la oportunidad de aprender de estas situaciones, no elaborarán sus propias estrategias de afrontamiento ante futuras pérdidas
Sandra Daudí
Psicóloga Sanitaria en Psicología Camins