Cuando llega el verano, el calor invita a la ropa ligera, los días se llenan de planes al aire libre y, con ello, aparece una realidad que muchas personas viven con incomodidad: mostrar el cuerpo. Las redes sociales, la publicidad y los mensajes que circulan con fuerza durante esta época del año refuerzan la idea de que solo ciertos cuerpos son válidos para ser vistos. Se habla de “operación bikini” o de “ponerse a punto para el verano”, como si disfrutar del sol y del agua estuviera reservado a quienes cumplen con un estándar estético muy concreto.
Desde la psicología, es importante cuestionar estos mensajes. La presión por alcanzar un “cuerpo ideal” no solo es irreal, sino profundamente injusta. Cada cuerpo es diferente, y esa diversidad es parte natural y necesaria del ser humano. Sin embargo, durante el verano, muchas personas sienten vergüenza, ansiedad o inseguridad al pensar en mostrarse en bañador. No es casual: vivimos en una cultura que ha puesto el foco en la apariencia física como una medida de valor personal, y el verano se convierte, tristemente, en una especie de prueba que hay que superar.
Es completamente válido que te sientas incómoda o incómodo al mostrar tu cuerpo, sobre todo si has recibido mensajes críticos desde joven o has vivido experiencias de juicio o comparación. Esas emociones merecen ser escuchadas y tratadas con cuidado, no reprimidas ni minimizadas. A veces, simplemente reconocer lo que sentimos ya nos permite empezar a cambiar la relación con nuestro cuerpo.
Una forma de comenzar este cambio es prestar atención a cómo nos hablamos internamente. ¿Te repites que no estás lista para usar bañador? ¿Te comparas constantemente con otros cuerpos? ¿Evitas ciertos planes por miedo a exponerte? Reformular ese diálogo interno puede marcar una gran diferencia. Cambiar el “no puedo mostrarme así” por un “mi cuerpo es suficiente tal como es” no es magia, pero sí un paso hacia el respeto propio.
También es fundamental cuidar el entorno que te rodea. Las redes sociales, por ejemplo, pueden ser tanto una fuente de presión como un espacio de liberación. Dejar de seguir cuentas que te hacen sentir mal con tu imagen y empezar a seguir otras que muestren cuerpos diversos y mensajes de aceptación puede ayudarte a construir una visión más amable y realista.
Rodearte de personas que no juzguen tu cuerpo y que valoren tu compañía más allá de la apariencia es igualmente clave. A veces, lo que más daño hace no es el cuerpo en sí, sino el entorno crítico o exigente que lo rodea. Buscar espacios seguros, donde puedas disfrutar sin sentirte observada o juzgada, es también una forma de autocuidado.
Y, sobre todo, es importante recordar que no somos solo una imagen. Tu cuerpo es una parte de ti, pero no te define en totalidad. Tu valor no está en tu talla, ni en tu piel, ni en si tienes celulitis, estrías o cicatrices. Tu valor está en tu historia, en tus relaciones, en tus pensamientos, en tu forma de mirar el mundo. Y el verano puede ser una oportunidad para reencontrarte con todo eso: para disfrutar del mar, del sol, de la comida compartida, del descanso… sin que el miedo a mostrarte te robe la experiencia.
Ana Sierra, psicóloga de Camins Torrelodones y de Camins Online