LA DOBLE CARA DE LA AUTOEXIGENCIA

La autoexigencia y perfeccionismo son rasgos que están bien vistos a nivel social y laboral. En nuestro entorno se valoran de forma positiva las aspiraciones elevadas, se premia el ser productivos y estar continuamente ocupados, el éxito se mide en base a los logros y resultados obtenidos, etc.

Todos podemos ser altamente autoexigentes y presionarnos para alcanzar metas cada vez más elevadas en diferentes ámbitos (relaciones, trabajo/estudios, tareas cotidianas, organización, elecciones, alimentación, deporte, aspecto físico). Esta actitud puede ayudarnos en la consecución de nuestros objetivos y en lograr grandes retos, sin embargo, puede también llegar a perjudicarnos.

¿Cuándo la autoexigencia se convierte en disfuncional?

  • Los objetivos que nos proponemos son excesivamente elevados o inalcanzables (p.ej., por ser poco realistas, no ajustados en función de nuestras limitaciones o circunstancias).
  • Convertimos la presión por alcanzar metas o retos en rígidas obligaciones autoimpuestas.
  • Nuestro comportamiento se guía por una autodisciplina inflexible y una excesiva previsión y planificación.
  • Nada de lo que hagamos nos parece suficiente o tenemos la sensación constante de que nada nos satisface.
  • Sentimos que nuestra propia valía depende de los resultados obtenidos. Esto se asocia con la necesidad de reconocimiento y miedo al fracaso.
  • Nos esforzamos enormemente por conseguir una meta a pesar del sufrimiento que nos genera.
  • Descuidamos otras áreas importantes de nuestra vida.

¿Qué consecuencias conlleva la autoexigencia excesiva?

Cuando queremos llegar a todo, alcanzar el 100%, ser los mejores, que todo sea perfecto, estaríamos halando de perfeccionismo. Este patrón puede resultar muy nocivo y ser una fuente de gran malestar emocional:

  • Nuestra autoestima puede verse mermada ya que variará en función de cómo nos salgan las cosas y la valoración o reconocimiento que obtengamos de los demás.
  • Caemos en el autoreproche y la autocrítica destructiva por no alcanzar todo aquello que nos proponemos o cuando no nos sale de la forma en que quisiéramos.
  • Nos sentimos culpables por ocupar nuestro tiempo en tareas menos importantes o irrelevantes, por no hacer nada, por descansar.
  • Nos sentimos incapaces de lograr aquellas tareas en las que hemos depositado unas expectativas muy elevadas, por lo que el malestar que nos genera tener que enfrentarnos a ello hace que las pospongamos.
  • Podemos sufrir un elevado estrés y ansiedad, sentirnos paralizados o bloqueados y ver otras áreas importantes de nuestra vida seriamente afectadas.

¿Cómo podemos vencer la autoexigencia excesiva?

  • Identificar las áreas que se ven afectadas.
  • Definir unos objetivos más realistas y ajustados.
  • Revisar nuestro orden de prioridades y destinar tiempo para uno mismo y para aquellas áreas que estamos descuidando.
  • Construir una autoestima en base a nuestras fortalezas y teniendo en cuenta nuestras limitaciones.
  • Reforzarnos y valorarnos por lo que somos y no por lo que logramos.
  • Juzgarnos de forma más objetiva y tratarnos con amabilidad.
  • Gestionar nuestros pensamientos y emociones de forma adecuada.

Amanda Barberá, psicóloga de Camins.

Últimas noticias

ANSIEDAD

ECOANSIEDAD

En los últimos años, hemos visto como incendios forestales, cambios de temperatura, sequías prolongadas… han generado

Leer más »

NEWSLETTER

¡Enterate de lo último!