EL APEGO

Los seres humanos somos una especie social e interdependiente, es decir, necesitamos los unos de los otros para la supervivencia, por lo que tendemos a establecer vínculos fuertes, selectivos y duraderos. Esto adopta especial relevancia en las primeras etapas de la vida en las que somos muy vulnerables y dependemos por completo de nuestras figuras de referencia, que generalmente son nuestros progenitores. Para garantizar esta supervivencia, entre el bebé y sus cuidadores se genera un vínculo muy especial denominado, apego. La primera persona que investigó y desarrolló esta idea fue el psicólogo británico John Bowlby, quien estableció la denominada teoría del apego. Esta postula que el apego, la relación afectiva que se establece entre un cuidador y una persona cuidada; es una característica innata de los mamíferos, que permite que nos vinculemos con otras figuras para buscar protección, cariño y desarrollarnos. Demostró que este instinto está presente en los humanos a lo largo de todo el ciclo vital, especialmente en los momentos de necesidad. Y que, por tanto, esta necesidad de establecer relaciones íntimas está programada evolutivamente.

En este caso, nos interesa centrarnos en este primer lazo que se establece entre los entre los progenitores o figuras de apego y el bebé. Pues estas primeras relaciones en estos momentos de vida son de crucial importancia. Por un lado, porque permiten resolver dos necesidades básicas como son la de protección y cuidado, necesarias para la supervivencia. Y, por otro lado, porque estas mismas marcarán a largo plazo los esquemas del bebé (modelo mental de relación) sobre la manera de percibir el mundo, a sí mismos y las relaciones que establezcan en el futuro.  

El mecanismo que regula todo ello se denomina sistema de apego, que es el conjunto de emociones y conductas que nos permite esta seguridad y protección mientras permanezcamos con nuestros cuidadores. Cuando el bebé interpreta que estas necesidades no están cubiertas o se separa de su figura de referencia, aparecerán unos sentimientos que pondrán en marcha unas conductas de apego, que tratarán de llamar la atención sobre esta figura de apego para conseguir esa regulación que el niño necesita.

En función de las características y la calidad de estas interacciones entre los cuidadores y el bebé, se pueden establecer diferentes estilos de apego. Según las investigaciones de Mary Ainsworth en su experimento de “la situación extraña”, y posteriormente de Main y Solomon, en función de la respuesta de las figuras de apego ante las necesidades del bebé podemos encontrar:

  • Apego seguro: interpretan y responden adecuadamente a las necesidades del niño. Por lo que este aprenderá que es atendido y se sentirá seguro desarrollando una relación cálida.
  • Apego inseguro ambivalente: se muestran incoherentes, inseguros y no disponibles ante las demandas del niño. Por ello, aprenderá que no siempre va a ser atendido por lo que creará una relación ambivalente con sus cuidadores, exagerando sus conductas protesta para tratar de garantizar su atención.
  • Apego inseguro evitativo: no están disponibles, rechazan y son inefectivos. El niño aprende que debe regularse él mismo, pues sus padres no están disponibles para ellos, por lo que se establecerá una relación distante entre ellos.
  • Apego desorganizado: mezcla entre los dos estilos de apego inseguros, se da en situaciones más graves en las que generalmente hay conductas de maltrato. El niño aprenderá un patrón conductas desorganizadas y confusas ante sus cuidadores, con una relación ambivalente y de rechazo por temor hacia ellos.

Aunque se han descrito estos cuatro estilos de apego, sabemos que no es lo habitual que las personas encajen completamente en uno u otro de manera excluyente. Es más, nuevas investigaciones apuntan a que más que categorías diferenciales, podría tratarse de un “continuum”. Al margen de su clasificación, cabe recalcar que estos estilos de apego son importantes, como ya se ha comentado, pues estas características desarrolladas influirán en la adultez, sirviendo de guía del niño para desarrollarse y establecer su visión del mundo, de sí mismo y de las relaciones.

Mireia Verdejo. Psicologa practicas Camins Castellón

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