En los últimos años, hemos visto como incendios forestales, cambios de temperatura,
sequías prolongadas… han generado una creciente preocupación social. Esta mayor
conciencia, especialmente entre los jóvenes, puede aumentar sus niveles de estrés y
generar sentimientos de angustia, incertidumbre y agotamiento emocional al enfrentarse con
la gravedad de la crisis ecológica. A esta exposición constante se la conoce como
ecoansiedad.
La ecoansiedad es el miedo crónico a sufrir un desastre ambiental al observar el impacto
aparentemente irrevocable del cambio climático. Es un término que se refiere al malestar
emocional provocado por las preocupaciones acerca de los problemas ambientales
globales.
Las personas que experimentan ecoansiedad pueden sentir:
– Angustia, miedo o desesperanza ante el futuro del planeta.
– Culpa o vergüenza por sus hábitos de consumo.
– Tristeza por la pérdida de especies o ecosistemas.
– Dificultad para planificar el futuro.
– Alteraciones del sueño.
¿Cómo podemos afrontarla?
– Aceptar nuestras emociones sin juzgarlas o ignorarlas.
– Participar en comunidades que compartan propósitos ambientales para tener un
sentido de pertenencia.
– Enfocarnos en aquellos pequeños cambios como reducir el consumo de plástico,
apoyar causas ambientales… ya que no se trata de hacerlo todo bien, sino de hacer
lo posible.
– No sobreexponernos a noticias catastróficas. Es importante estar informados pero
también es válido tomarse descansos del contenido ambiental.
No obstante, si miramos desde otro punto de vista la ecoansiedad, también puede ser
considerada como una oportunidad para que reflexionemos acerca de nuestra relación con
el planeta y con los demás. Nos impulsa a que actuemos no solo desde la preocupación o
miedo, sino también desde la responsabilidad colectiva.
Nerea Prats. Psicóloga en practicas Camins Castellón