Cada año parece que la Navidad llega antes: escaparates decorados en noviembre, anuncios con luces, melodías festivas y rincones llenos de árboles, guirnaldas y figuritas cuando el otoño aún no ha terminado. Más allá de la estrategia comercial que todos conocemos, hay algo importante que sucede dentro de nosotros cuando adelantamos la decoración navideña. Lo hacemos porque nos hace sentir bien, y en psicología este fenómeno tiene un nombre: felicidad anticipatoria.
La felicidad anticipatoria es el bienestar que sentimos al imaginar una experiencia positiva futura. Nuestro cerebro, al proyectar algo agradable, activa una parte de los mismos circuitos de recompensa que funcionarán cuando ese momento llegue de verdad. Por eso, cuando decoramos temprano, prolongamos el placer de la Navidad: cada estrella, cada árbol y cada figurita actúan como pequeños recordatorios de lo que está por venir y nos conectan con los reencuentros, las sobremesas largas, las risas, las tradiciones compartidas y los momentos de calma y conexión. No es impaciencia, es una manera de activar el bienestar emocional de manera anticipada.
La decoración navideña, además, es un disparador sensorial muy poderoso. Los colores, las luces, las texturas y los sonidos evocan recuerdos, emociones y representaciones positivas. El cerebro interpreta estos estímulos como señales de que algo bueno se acerca, lo que puede generar sensaciones de calidez, reducir el estrés, aumentar la motivación y crear una percepción de hogar, pertenencia y seguridad. En un mundo acelerado, saborear estos rituales con tiempo puede convertirse en una forma sencilla y valiosa de cuidar nuestro bienestar emocional.
Si te gusta la Navidad, quizás decorar pronto sea tu forma de alargar esa sensación que tanto disfrutas.
Y si no eres fan de esta época, también puedes practicar la felicidad anticipatoria, pero a tu manera. No depende de una fecha concreta ni de un árbol. Funciona igual con cualquier experiencia que esperes con ilusión, por pequeña que sea. Basta con elegir un momento positivo de las próximas semanas —seguro que hay alguno— y visualizarlo con detalle: formas, colores, sonidos, olores, sensaciones. Este sencillo ejercicio puede ayudarte a sentir más calma y mayor bienestar hoy, sin necesidad de esperar a una celebración concreta.
En definitiva, tanto si ya has decorado en noviembre como si todavía no has bajado las luces del altillo, conviene recordar que la felicidad no siempre reside en el día señalado. También se encuentra en todo lo que sentimos cuando lo imaginamos y, por supuesto, en todo lo que revive en nosotros cuando lo recordamos.
Sara Cantavella. Directora Centro Psicología Camins




